Todas las emociones que sentimos cumplen una función, es decir, nos avisan y alertan de algo que puede ocurrir y actúan en consecuencia.
La función principal de la culpa es mostrarnos el error cometido, aprender de él y no volverlo a cometer, es decir, es una función muy positiva y adaptativa.
El problema aparece cuando, una vez ya he aprendido del error, la culpa sigue dentro de nosotras/os y comienza a condicionar mi estado de ánimo y llega a enquistarse dentro de mí.
Es en ese momento cuando tiene un poder muy grande sobre nosotras/o y nos machaca diariamente con pensamientos y mensajes culpabilizantes. Hasta el punto de poder llegar a convertirse en una emoción “crónica”.
Me atrevería a decir que la culpa es la emoción más dañina que sentimos los seres humanos, cuando esta se alarga en el tiempo y deja de cumplir su función. Por ello, es una emoción que trabajo en consulta a diario con las/los pacientes que necesitan eliminarla y poder perdonarse.
Las técnicas y herramientas para trabajar la culpa son variadas y se adaptan a la/el paciente en función de su historia personal.